“Jerusalén, Jerusalén, que matas a los
profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! cuántas veces quise juntar
tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste!
He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no
me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.”
Mateo 23:37-39.
Cuanto dolor siento en esas palabras de nuestro Señor Jesucristo, aquí nos
habla Dios, como el pueblo elegido se le dio tantas oportunidades, cuanta
Misericordia fue enviada para luego ser olvidada, rechazada y aniquilada…
Israel, el pueblo elegido, uno de los 2 testigos y a la vez somos nosotros, por
nuestro pecado favorito.
Nosotros pecadores también somos Israel, ese que mata, que rechaza y que
aniquila, asesinamos como buenos Romanos, pero somos al mismo tiempo Israel,
ese pueblo que prefirió ídolos antes que a Dios mismo, ese pueblo que danzó
frente su vaca de oro en adoración, ya que, todos hemos preferido el mundo,
nuestra carne, los placeres, la miel vacía que nos ofrece el enemigo, por lo
tanto nos parecemos.
Nosotros somos su pueblo elegido, tenemos a Jesús y, como también lo
hizo Israel, le desechamos como se hizo hace 2,000 años al nosotros pecar
sabiendo que a Jesús le duele que no le demos nuestra total rendición.
Somos esos que gritaron Hosana al Hijo de David con ramas y jubilo, para
luego señalarle, escupirle y a todo pulmón gritar: ¡crucificadle! Somos ese
mismo Israel ayer como el de hoy, uno en pecado, a pesar de ser nosotros el 2do
testigo.
No amamos, no agradecemos, no tememos, no nos rendimos a Dios
apropiadamente, ni siquiera en nuestra propia casa, ante el mundo, y mucho
menos en la santa misa, sea la tradicional o la “normal.” Nuestro pecado
favorito nos delata, vamos a confesarnos para luego seguir en lo mismo, no hay
un arrepentimiento verdadero sino condicional, a lo que nuestro placer nos
dicte.
Es difícil esta vida, lo sé, porque yo al igual que tú, competimos a ser
campeones en la competencia del que peque más… Nuestro becerro de oro puede ser
cualquier cosa que nos apetezca, pues el mundo y el que le rige nos lo pone
super bonito y fácil para uno caer en el abismo, uno no sabe el día y la hora
que la luz de la vida se apague, pero aún sabiendo esto nos comportamos como
los buenos traidores que somos, tomamos nuestras 30 monedas y corremos al campo
de la desesperanza, ese mismo vacío que Israel se ha excavado para ellos.
A pesar de ello… Dios nos ama, no nos abandona, realmente lo que pasa es
que nosotros somos los que abandonamos a Dios, a pesar de todo, como hemos
apedreado sus profetas y matado a Su único Hijo, Jesús grita con mucho dolor:
“Padre, perdónalos que no saben lo que hacen”, Su dolor es profundo, pero Su
Misericordia eterna, El Padre oye… PERO, Debemos darnos, rendirnos y
humillarnos mejor, debemos hacerlo ante El a diario, pidamos a Jesús nos de la
fuerza y la gracia de poder hacer esto, porque en este mundo es mucho más fácil
repudiarle que amarle.
¿Quién seremos, el Israel que muere arrodillado ante una vaca dorada, o
aquel Israel que se contó en el coliseo Romano listos para ser asesinados?
Vivimos en un tiempo interesante, estamos a punto de ver el retorno de nuestro
Señor, porque según las escrituras Él volverá cuando la enseñanza de Dios sea
eclipsada, y los que dirigen la Iglesia hoy en día prefieren a Sodoma, le dan honra
a Baal, le abren la puerta a todo tipo de ídolos (demonios) y rechazan la Divinidad
de Jesús.
Israel, tu sello se ha roto, pues tú lo rompiste… Jesús vino a
restaurarte, Él es la única vía, no hay nadie más que por su propio nombre
pueda salvar, solo Jesús puede llevarte a Dios Padre, así que busquemos ser
santos, seamos leales a Dios en nuestro Señor Jesús, que Su Misericordia es eterna
y toca día y noche a la puerta de nuestro malvado corazón.
Permanezcan fuertes en la Fe…
Un abrazo en Cristo Jesús. Amén